La luz y las flores

La luz y las flores

Sin la luz no existiría la vida tal como la conocemos. La luz es un curioso y complejo fenómeno de la naturaleza que sigue fascinando tanto a artistas como a físicos. Está estrechamente ligada al color; aun siendo blanca en principio, cuando su estructura se ve disgregada, al pasar por un prisma de cristal por ejemplo, aparece un abanico de colores que van desde el rojo intenso al lila. 

Todos conocemos el fenómeno, aunque solo sea por haber visto el arco iris. Y aunque según la física todavía no esté muy claro qué es la luz, lo más habitual es definirla como un conjunto de ondas electromagnéticas y fotones que se desplazan en un espacio determinado e interactúan con los elementos del entorno, o sea, con los que encuentran en su camino. 

Así pues, si tenemos un material que no absorba nada o casi nada de la luz que le llega, reflejando todas las ondas que recibe, veremos ese material como algo de color blanco. En cambio, si tenemos otro material cuya estructura atómica absorbe la mayoría, la totalidad es algo difícil de las ondas lumínicas que recibe, veremos ese material de color negro, tanto más oscuro cuanta más radiación absorba y menos refleje. 

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Por ello se dice que el blanco y el negro no son colores en sí mismos: el blanco es la reflexión de todos los colores, mientras que el negro es la absorción de los mismos. Los colores se forman en una superficie cuando el material que la compone absorbe solo una parte de la radiación lumínica que recibe y refleja el resto. Como cada onda electromagnética del espectro lumínico representa un color o un tono cromático distinto, el color que estaremos viendo en una pared, un tejido o una flor, es la radiación lumínica no absorbida por la superficie de ese elemento.

Tanto unas sencillas flores bordeando el camino como el más espectacular macizo floral pueden llenar de vida y esplendor el huerto familiar

Huerto familiar

¡Cuánto rollo para decir que los vivos colores que nos maravillan al mirar una determinada flor son debidos a la generosidad de la misma cuando devuelve una parte concreta de la luz recibida! 

¿De qué nos sirve saber esto? Pues nos sirve para darnos cuenta de que al mirar un espacio iluminado, y cuando los colores inundan nuestra retina, lo que llega hasta nosotros, eso que llamamos luz o colores, es en realidad energía, radiaciones, ondas electromagnéticas con frecuencias concretas y específicas que producen sensaciones psicológicas que cada persona interpreta o siente en función de su realidad personal. 

Por ello se habla de colores cálidos y colores fríos, ya que los colores también producen sobre las personas efectos físicos perceptibles y medibles. En los institutos de la luz, esos que tienen Mazda o Philips, se han realizado numerosas pruebas colocando sensores térmicos en la piel de personas sentadas en un espacio circular cuyas paredes podían cambiar de color, sin que lo supieran los experimentadores ni el sujeto sometido al experimento, pues tenía los ojos vendados. 

Se ha observado que se producen ligeras variaciones térmicas cutáneas en función del color circundante. O sea, que nuestro cuerpo reacciona a la presencia de los colores aunque no los veamos. Estas reacciones térmicas cutáneas también se producían, aunque muy débiles en ausencia de luz visible, en plena oscuridad para el ojo humano.

El matinal paseo por el huerto y el jardín llevarán a la casa la luz, el color y la magia de las flores. 

El fascinante mundo de la luz y los colores es una fuente de energía y de información que incide continuamente sobre nuestro ser, tanto a nivel físico como psíquico. Tal es su influencia, que nuestro tono vital e incluso nuestro estado emocional varían en función de la luz que nos rodea y de los colores que predominan en el entorno en que nos movemos. 

Huerto y el jardín llevarán a la casa la luz

Todo esto nos muestra la necesidad de llenar los huertos de flores que los iluminen y den vida, procurando que sean lo más variadas posible y estén presentes entre los cultivos y en todos los rincones y esquinas, pues no solo darán luz y colorido al huerto, sino que reportarán grandes beneficios a la salud física y emocional de quienes tengan el placer de compartir ese espacio, y resultarán grandes estimuladores de la vida en todas sus facetas. 

La luz no se limita a cumplir funciones fotosintéticas y clorofílicas, la luz contiene una parte esencial de la energía que mueve toda vida, y las plantas y sobre todo las flores son los elementos vivos más poderosos que tenemos a nuestro alcance para transmutar la luz, movilizar y dinamizar la vida a nuestro alrededor. 

Hemos de ver la realidad con nuevos ojos para que en función de nuestras posibilidades y gustos personales empecemos a experimentar y a vivir intensamente los estallidos de luz y de color que pueden recrearse en un huerto, por humilde que sea. Luego viene todo eso de que las flores atraen a las abejas, las mariposas y muchos otros insectos y que estos ayudan a polinizar las flores de nuestras plantas cultivadas y de los árboles frutales, incrementando notablemente las cosechas… 

Aunque eso son cosas ya conocidas por el lector y quizá no merezca la pena insistir más en ellas. Al huerto le sienta bien el rodearse de macizos florales que le aportan luz, alegría y color.

El armónico caos del enmarañado de plantas que sirven de antesala a un espacio lleno de luz y vida nos provoca una disposición de ánimo muy especial.






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